domingo, 20 de octubre de 2013

Relatos de un peregrino ruso...

Esta semana, que ha estado integrada por días de mucho, muchísimo ajetreo; me he vuelto a encontrar con un libro que he leído varias veces y que es una obra clásica en el conjunto de la literatura espiritual cristiana, una obra anónima de la espiritualidad cristiana oriental. 

Se trata de «Relatos de un peregrino ruso» un pequeño libro lleno de calidez y sinceridad que transmite, con sencillez de expresión, en un texto equilibrado, noble y directo, que cala hondamente en el lector, los relatos y las andanzas de un cristiano por la Rusia del siglo XIX y su aventura por los caminos de la oración interior, básicamente centrada en su experiencia con la llamada "Oración de Jesús", la invocación constante del Santo Nombre de Jesucristo, unida a la petición de su misericordia: "Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí, pecador".

La primera vez que leí este librito era seminarista, allá en la década de los ochentas y me dejó una honda huella, pues a través de sus páginas descubrí toda la riqueza escondida en el cristianismo oriental y una invitación a vivir la fuerza transformadora de la oración del corazón y de la contemplación. Recuerdo que fue cuando empecé a gustar más la frase célebre de la beata María Inés: "Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero" y aprendí a repetirla sin cesar.

Invocar el Santo Nombre de Jesús es una puerta para experimentar la presencia viva del Señor Jesús en nuestro andar cotidiano, en medio de nuestros ruidos diarios, cuando vamos de camino, cuando estamos en el reposo de nuestra habitación y en cualquier espacio en que el Espíritu Santo alienta con su fuerza en nuestro corazón la necesidad de orar sin desfallecer.

El santo nombre de Jesús es medicina para toda clase de heridas, es alegría para el espíritu, esperanza y fortaleza en nuestros corazones y una fuente de bendiciones para quienes lo pronunciamos con fe viva y devoción. Además de constituir un camino para vivir el precepto que nos dice san Pablo: "Oren sin cesar" (1Tes. 5,17).

Se trata de una obra auténtica que nos hace conocer el ambiente social y espiritual de la Rusia ancestral. Los datos, recogidos por los autores que han estudiado los Relatos, convergen hacia el célebre monasterio de Optino, situado cerca de Koselsk, en Rusia, donde hasta la revolución de 1917 hubo un centro espiritual muy floreciente, y cuyos starets (Directores espirituales) eran visitados a la vez por lo más selecto de la intelectualidad rusa de aquel entonces, como fue el caso de Gogol, Dostoievski, Tolstoi, Soloviev, y también por el pueblo sencillo y creyente.

Una primera edición se publicó en Kazán hacia 1870, seguida de otra más correcta en 1881 en el mismo lugar, y reeditada en 1884. En el prefacio de la edición de 1881 se atribuye la posesión del texto a un monje ruso del Monte Athos. 


Anónimo,
"Relatos de un peregrino ruso",
Ed. Buena Prensa,
México 2006,
102 páginas.

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